El tiempo fue más agradable en la jornada en la que se disfrutó de los primeros arenales Oficiada la primera misa en el camino con los simpecados de Jerez y el puerto
.POR DIARIO DE JEREZ.
No es lógica la paliza del miércoles y la que espera mañana en comparación con lo poco práctico del jueves, pese a que haya razones de peso para no eliminar este día de camino ya sea por cuestiones de organización o lo que sea. Si atendemos al principio de caminar y llegar a una meta, el jueves es inocuo aunque para el rociero que va en la comitiva es un día, eso sí, para disfrutar de lo lindo. No hay prisas, todo fue a un ritmo que no agobia ni mucho menos. Es más, por el corto trayecto a recorrer se lo pueden tomar con toda la calma del mundo, incluso haciendo sus propios horarios al margen del ritmo de la hermandad, algo que siendo ortodoxos vulnera el espíritu que debe imperar. 

La hermandad empezó a disfrutar de Doñana, de su inmensidad, de su belleza y de la armonía que se respira en este extraordinario espacio, con la deseada luminosidad del sol, que saca los colores y la hermosura del lugar; con la sensación de reencuentro con las arenas, los brezos, las marismas y los aromas que regala cada rincón del Coto. El tiempo se presentó bastante fresco, con más sol que nubes. 

Así, el primer encuentro espiritual del camino fue la clásica misa que no ofició el obispo José Mazuelos, como estaba previsto. Sí la presidieron los capellanes de Jerez, José Gil, y de El Puerto, Ángel Pérez del Yelmo, con la presencia del presidente de la Unión de Hermandades, Pedro Pérez. Es todo un rito para Jerez que apela a la tradición de conservar el culto en el camino, pese a que la dirección espiritual de la hermandad sigue un tanto difusa desde la obligada 'retirada' del recordado, anhelado y querido padre Alexis. 

Sin embargo siempre ha habido y habrá un cura con la hermandad, a diferencia de lo que sucede en no pocas hermandades cuyos cultos de camino se restringen a poco. Caballistas en segunda fila y romeros en primera siguiendo la misa; detrás y ajenos, la mayoría tomándoselo con parsimonia tras una noche que fue larga y relajada. O sea, que la misa no formaba parte de sus prioridades del día. 

En ese mismo espacio sin arboleda, excepto por las riberas de la misma marisma, se repartían las acampadas aquí y allá, excepto el núcleo central señalado por la carreta de plata escoltada por los 14 carros. Dejando atrás la Marismilla, se rezó el Ángelus. Y después, arenas y rodás castigadas por el paso de las hermandades que preceden a Jerez. Castigadas, sí pero menos si miramos atrás en el tiempo en cuanto al volumen de vehículos. 

Ya no hay apenas eucaliptos. Esta especie ajena al ecosistema de Doñana está siendo eliminada. Pero en la parte de atrás del palacio de la Marismilla, aún pervive uno, alto y enhiesto, que nos recuerda que allí mismo hace algunos años la hermandad rezaba el Ángelus a la misma hora que el bueno de Pepe Antonio subía hace tres años junto a la Blanca Paloma. 

Los peregrinos, como cada camino, volvieron a tener su momento en su rincón, un lugar junto a la rodá, que se abre a una laguna o marisma, donde los que van andando rezan y cantan al Simpecado. Este año hubo un recuerdo para el hermano mayor y también para Javier Escobar por sus diez años tras el Simpecado. 

El encuentro, además de invitar a todos a ser caminantes en el corto tramo que va hasta el rengue de almuerzo, regaló unos minutos de gloria rociera con sevillanas y plegarias a la Virgen junto al Simpecado. Fueron unos momentos que pocas veces se han vivido en el camino de Jerez.
La hermandad jerezana cumple con el rito de la partida saliendo de Santo Domingo tras la misa de romeros. Todo apunta a que el tiempo no será el mejor aliado de los romeros.
POR DIARIO DE JEREZ.Un año más, en el que además se celebra el cuadragésimo camino atravesando el Coto de Doñana,  la hermandad jerezana se echó al Camino para buscar a la Blanca Paloma, en una romería que se inició cumpliéndose con todo el ritual de la partida: arrancó con la sentida y preciosa misa de romeros en Santo Domingo, el adiós a Jerez por el recorrido acostumbrado y los primeros kilómetros de una jornada especialmente dura por la distancia que se recorrió. 
El ambiente de la salida fue muy justito. Tampoco en años precedentes han habido multitudes. El tiempo no fue precisamente el mejor. No ayudó a coger temperatura. Más bien se pasó frío y nubes, que dejaron caer algún chaparrón. Eso sí, no faltaron las ganas y el entusiasmo de los que se integran en una comitiva muy vistosa y colorista, además de elegante, bien dispuesta y muy organizada. 
Los números vuelven a ser la tónica de los últimos rocíos en los que las cifras de participantes han ido bajando sensiblemente, algo que ayer no se percibió en la salida, ya que en Cristina sólo estaba la caballería, los carros y algún coche. De la crisis sigue sin escaparse lo rociero. Tanto es así que los embarques del día, con hermandades importantes como Sanlúcar, fueron muy fluidos, rápidos e incluso adelantados a los horarios previstos. No obstante, el Simpecado jerezano embarcó a las seis y diez de la tarde, pero desde dos horas antes ya comenzó el transbordo para coches y caballos que se adelantaron. Un dato, el día de ayer, citando una fuente oficiosa, los embarques bajaron entre un 30 y un 40%. Es una buena muestra de que no se remonta y que en el camino van quedando los puros, los que desean peregrinar y los que aman esta vocación rociera en toda su dimensión por encima de las coyunturas temporales, aunque haya que ahorrar. Las cifras de Jerez son unos 170 vehículos, 14 carros, uno más que en 2012, y 60 que van andando. El cálculo global asciende a unas 1.800 personas con Jerez. 
La parte espiritual del Camino se cumplió con el rezo del Ángelus en el Barroso y se pudo almorzar muy rápidamente en Ventosilla. Desde allí hasta Sanlúcar buscando Bajo Guía con la ayuda de la Guardia Civil, que se lo trabaja de lo lindo, para alcanzar la playa sin contratiempos con terreno despejado por delante y con un despliegue de seguridad algo desproporcionado al volumen de personas, vehículos y animales que tiene este momento la romería, que no es el de antaño. En cualquier caso, más vale que en materia de seguridad sobre que falte. Las barcazas de Cristóbal se las aviaron perfectamente para la operación del tránsito de la desembocadura del Guadalquivir, bajo la atenta y algunas emocionadas miradas de centenares de curiosos y de rocieros que se quedaron en ‘tierra’, junto a los ‘guiris’ que nunca faltan a esta cita. La excelente restauración de Bajo Guía seguro que lamenta el bajón, pero lo precios prohibitivos siguen siendo los mismos.
En las arenas de la playa las percepciones son bien diferentes, según en la orilla donde se encuentre. En la de Sanlúcar, nostalgias y un puntito de envidia por lo que se adivina en la distancia al otro lado; en la de Malandar, muchas ganas de decir adiós y adentrarse en las maravillas que regala a los sentidos Doñana con aromas a pino, romero, a marisma y a la mar cercana. Pero sobre todo, olor a Rocío y a la presencia de la Virgen, que ya está más cerca.